En el periódico La Voz de Asturias aparece publicado
un artículo que queremos compartir con todos vosotros.
Y aprovechamos para agradecer a Aitana Castaño lo bien
que ha sabido poner en palabras el sentimiento de lo que representa CIC,
nuestra Confederación Sindical de Crédito.
David dentro de Goliat
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Todo el mundo ha oído
hablar en este país de las «tarjetas black».
Muchos han oído hablar
de Andrés Herzog, excandidato de UPyD y ahora abogado que lidera la querella de
las «tarjetas black».
Casi nadie ha oído
hablar de la Confederación Intersindical de Crédito.
Y, sin embargo, para que
las primeras fueran denunciadas y perseguidas y el segundo pueda denunciarlas y
perseguirlas es fundamental que exista la tercera.
La Confederación
Intersindical de Crédito, en siglas CIC, agrupa 18 sindicatos de trabajadores
de otras tantas entidades bancarias (muchas de ellas antiguas cajas de ahorros)
de todo el país. Representan a casi un 14% de los trabajadores de estas
empresas. Representan también la búsqueda de la dignidad en un sector que a los
españoles nos ha demostrado en los últimos años que es muchas cosas menos
digno. CIC es David contra Goliat luchando desde dentro.
«¿Dignidad en la banca?
Imposible. Eso no existe». Pensaréis. No os culpo. También yo lo pensé durante
un tiempo. Hasta que conocí desde dentro el trabajo de uno de esos 18 pequeños
«davides» que luchan contra gigantes. El mío, el que yo conozco, se llama
ASCA (Alternativa Sindical de Caixas de Aforros), pero podría ser cualquiera de
los otros 17.
Los 18 pequeños
«davides» de los que os hablo son sindicatos independientes, autónomos,
asamblearios (al menos el «mío» sí lo es), éticos, morales y honrados. Son
centrales sindicales que se han tenido que enfrentar a lo más sangrante: 47.050
despidos en el sector en los últimos años. A lo más dañino: amenazas (y hechos)
de Expedientes de Regulación de Empleo, empeoramiento de las condiciones
laborales, presiones diarias y persecución. Y a lo más doloroso: ver cómo de
todo lo anterior participaban en buena medida algunos sindicatos no tan
independientes, no tan autónomos, no tan morales y no tan honrados....
Iba a escribir, de hecho
lo escribí pero lo borré, que para ser David hay que tener un punto de locura.
Pero no es cierto. CIC y su interés en que el caso de vergonzantes tarjetas
black salga a la luz me han demostrado que lo que en realidad se precisa para
ser David es un montón de valentía y de inconformismo.
Hacen falta valentía e
inconformismo para arrancar la lucha. Para continuarla meses después y para no
decaer pese a todo (incluyendo la posibilidad -o el despropósito- de que nadie
vaya a la cárcel por las tarjetas black.
Este lunes 16 de enero,
que según los yankees (porque estas cosas siempre las inventan los yankees) es
el día más triste del año, me desperté con un email que incluía un comunicado
con el título: «Regenerar el sistema financiero es posible». Me lo enviaban los
«míos» de ASCA. «Échale un vistazo, a ver qué te parece». Lo leí. Me pareció
correcto. Demasiado correcto. Pero también triste, como el día. Eché en falta
un poco de fuerza, un puñetazo encima de la mesa. Un «míranos, somos nosotros,
los denunciantes de una de las mayores vergüenzas de la banca española de los
últimos años -y mira que estaba el listón alto-. ¡Míranos! Somos nosotros y
necesitamos vuestra ayuda para seguir en la lucha, para seguir levantando
alfombras, escándalos, mentiras.... Míranos».
Educados, como siempre,
y sin darse importancia, en el comunicado desde CIC piden el apoyo económico
para poder continuar con las querellas y denunciar la gestión delictiva y
financieramente desastrosa que se llevó a cabo en las cajas de ahorro. Me
tranquilicé y pensé: venga, no importa. El fondo es lo bueno. No importa que no
den el puñetazo. Quieren seguir luchando por un sistema financiero digno,
quieren seguir, quieren seguir... Eso es lo importante. Así que el lunes pasó
de ser triste a ser valiente e inconformista. Y eso me encanta.
Hay que ser valiente
porque Goliat sigue vivo y coleando e incluso hay días que parece más gigante
que nunca.
Y hay que ser
inconformista para que no te convenza ningún «es lo que hay».
Y así lo sangrante, lo
dañino y lo doloroso será solo cuestión de un momento... David, que vive dentro
de Goliat, lo sabe mejor que nadie.